miércoles, 10 de diciembre de 2008

QUE TAN LEJOS... DE UNA BUENA PELI

La prota.
Esta película empieza por el final, huyendo, escapándose de todo lo que pueda sostener un mínimo de construcción identitaria, escurriéndose de la realidad nacional puesto que inicia con las manifestaciones que dieron lugar a la caída de Lucio, en un viaje insostenible por lo menos para la protagonista nacional, llena de lugares comunes en cuanto al empleo de la lengua en la que solo se identifica la clase media alta, leyendo a Octavio paz y empleando frases propias de claustro de universidad privada, es decir, sin contacto con casi nada, sumergiéndose en un país al que apenas lo conocen y el cual sugiere casi un viaje al extranjero, al lejano Ecuador, tan desciudadanizado más allá de Aloag, tan fuera de los parámetros de lectura de los intelectuales puesto que después de la Villaflora todo resulta borroso, opaco o extremadamente folclórico, colorido, tan ávido para gringos que piden: foto, foto.

La española.
Por otra parte la presencia de una coprotagonista española solo devela las añoranzas de toda una clase media anquilosada en deseos de castañuelas, música sevillana, tapas y paellas, corridas de toros y centros coloniales, en la que se sigue pidiendo a gritos el reconocimiento del padre criollo violador que jamás reconocerá a los bastardos que engendró, negando siempre a la madre indígena que lo cobijaba pero que apenas este pudo le dio la espalda. Suerte de alter ego de la protagonista que necesita de extranjeros para reconocer a un país al que le ha dado la espalda y que en ese viaje onírico a Cuenca -donde se podría decir que se busca otra isla de iguales- no terminan encontrándose sino desintegrándose, pregunto ¿para que una peli de viajes, donde en lugar de acumular experiencias desacumulas historia?

¿Cuál es el imaginario del staff que llevó a cabo la película?, un popurri de ideas infladas de buenas intenciones, donde inconscientemente espero se develan los deseos caprichosos de mostrar algo que no se tiene, buen humor e identidad, -bueno identidad si, aunque esquizofrénica-; por otra parte no hay que negar la calidad de producción con un presupuesto tan bajo. (Aunque en algún lugar se dijo: Con un país como Ecuador, apuntes donde apuntes con la cámara vas a sacar buenas tomas). Entonces que queda como imaginario, un cuarto oscuro lleno de toneladas de cinta y casi ninguna idea de lo que es el Ecuador, o la idea que tienen del Ecuador se reduce a unas cuantas buenas cervezas en el Pobre Diablo y a un andar en carro por la Floresta.

El hippie.
Suerte de varón encantador producto propio de una generación que en lugar de revolución engendró ayahuasca y desesperación por huir de una realidad que dejó de ser la suya; producto de la historia dirán algunos, yo digo efecto de un neoliberalismo que “nos hizo dar cuenta que sólo nos podemos salvar solos” y para esto me refugio en mi individualismo psicotrópico, lleno de vida hasta que te toca elegir entre aborto-vida, primos hermanos -aunque casi que no se lleven- del Opus Dei. Es el que da hilación a la peli y de alguna extraña manera la termina salvando.

Lo cholo.
Estos sin ser personajes siquiera ya que solo son un fondo necesario para justificar la filmación terminan siendo quienes dan una bofetada a las pretensiones de esta película, -que si bien es cierto abarrotó los cines, estos solo fueron lo de Quito y Cuenca- porque se afirma esto: porque ahora nos damos cuenta que el cholo y el indio ya no necesitan representarse en lo español o en lo citadino quiteño para reconocerse (muestra de esto son películas como fuera de juego (fdj, Arregui) y ratas, ratones y rateros (rrr, Cordero)[1], ya que mas bien se miran a sí mismos para gritar: ¡Estamos aquí a pesar de ustedes! Vejaciones bancarias, migraciones forzadas, presidencias de mierda, despreciados solo por existir, pretendiendo negarlos en propagandas y en programas mediocres que preguntan: dime que tan blanco eres y te diré si puedes entrar a esta discoteca, porque sino… fiesta privada chic@s.

Las pelis fdj y rrr representan a la clase media baja y lumpen costeña-serrana que se basta a sí misma para dar hilación a un buen guión que se escribe solo; debido a la emputante realidad de este país, que no necesita de alter egos “chullaromeriflorescos” para saber que existe, que hace rato que se dio cuenta que no son necesarias corridas de toros, ni movidas sevillanas para afirmarse.

La clase media.
Por otra parte la clase media quiteña que se niega en sus orígenes, (que canta la Loma Grande y la Guaragua pero que no tiene idea de donde quedan) ahora se pretende ciudadana se olvida de la enorme bronca que le tiene el resto del país por pretender monopolizar todo y no hablo del billete solamente, por que eso es producto de las malas administraciones de las provincias; hablo del quiteñocentrismo que cree que mirándose el pupo mira al resto del país, hablo del capital simbólico monopolizado en esta ciudad, hablo del desfase socio estructural largamente acumulado y que hace que todo lo que pase de Carapungo al norte y de La Mica al sur resulte bárbaro, salvaje, mono, longo; en donde hay que mirar con compasión a todo lo que no suene a ciudadano, a todo el que vote por Noboa o por Gutiérrez, ya que eso es populismo; deformaciones propias de una academia que hace rato que se bajó del bus y se subió al Corsa (con deuda para rato), desenchufada de la realidad para leer con categorías importadas todo lo que a sus ojos le resulta incomprensible.

Una ciudadanía -porque hay que afirmar que en Quito si existe- que se olvida que para conseguirla y para ejercerla, fueron necesarias muchas movilizaciones de indígenas durante más de quince años y que hoy por hoy se pretende la vanguardia del “cacerolismo” y del “empoderamiento cívico” producido por radio La Luna y por hordas de forajidos; pero que además olvida las asimetrías estructurales producto no solo del centralismo absorbente sino también de la inequidad educativa, del acceso a servicios básicos o por decirlo de otro modo de una “mayor racionalidad” en la redistribución; esta clase media no recuerda que las vanguardias ecuatorianas se encontraban en la costa hasta los años 60 y que fue todo un proceso sistemático de eliminación física de personas y de ideas en la costa lo que hizo que Quito salga del oscurantismo monacal para pasar a ser lo avant la lettre del país; esto es una queja que va mas por el lado de la memoria selectiva que hace que recordemos lo que nos de la gana e invisibilicemos el hecho de que este país se ha erigido sobre la base del bienestar de unos pocos; tan forajida ella, tan gallarda con educación, servicios básicos y comida cualquierita.

Un perpetuo huir de lo que nos angustia, de lo cholos que podemos ser si nos quedamos un ratito a mirar lo que tenemos, a no aceptarnos sino como postal folclórica en la que se dice: esos son los que viven en mí país pero yo soy otra cosa. Que nos queda entonces: un que tan lejos podemos irnos de esta realidad que nos agobia, unos por necesidad y porque los expulsan, otros porque sencillamente les da la gana de filmar una película.

Que tan lejos…
de encontrar identidad…
las clases medias.
[1] Víctor Arregui y Sebastián Cordero pertenecen al mismo espectro socio-artístico de Tania Hermida (la directora); sin embargo creo que ambos han sabido captar en imágenes, buena parte de lo que ocurre en Quito y algo de la costa


Publicado en: Revista Ortiga roja. Estudiantes de Sociología de la PUCE. No 3. Diciembre 2007.

1 comentario:

  1. Ya todo esta dicho. Me dejaste sin palabras ni argumentos, y solo quiero destacar que lo más preocupante de esta clase media es que no alcanzan a captar su error ni su limitada percepción de la realidad en la que vivimos.

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