sábado, 14 de febrero de 2009

AMÉRICA LATINA: ¿CANIBALISMO CIENTÍFICO O COLONIALISMO TEÓRICO?



Esta tentativa aparece como parte de un trabajo colectivo, de un manifiesto que se escribió para el VI ELES- Q (Encuentro Latinoamericano de Estudiantes de Sociología, el cual se llevó a cabo en Quito, del 21 al 26 de julio del 2002) y posteriormente se publicó en el primer número de la revista La Pepa (abril 2003). Esta reflexión en conjunto agrupa a un colectivo de estudio que lo autodenominamos Fagia.

En todas partes aparece el caos, la nuestra es una sociedad caótica que se muestra desordenada, pobre, sucia y fea. Vivimos en medio de lo burdo y lo grotesco, en medio de la falta de buen gusto y buenas costumbres. Aquí todo está infectado de un cierto sentido monstruoso, todo: el estado, el capitalismo, la psiquis individual, el pensamiento, la sexualidad, la historia, las artes, las lenguas, etc. aunque los enclaves de la sociedad civilizada y primer mundista existen, están permanentemente amenazados por la invasión del desorden originado en la pobreza.

Nuestro caos ha surgido de la pobreza, ha sido una respuesta histórica ilícita, una conspiración de los dominados largamente ejecutada en lugares oscuros e indecorosos. Una historia poco relatada y oculta que existe como fuerza latente en las vidas de la mayoría de las mujeres y los hombres latinoamericanos.

Acá se existe de otra manera, la experiencia del mundo se da bajo la presencia constante de una dimensión material y simbólica destructiva que violenta las formas impuestas hasta convertirlas en aberraciones, las manipula hasta corromperlas, pervierte la norma, deforma las instituciones, deteriora la economía, etc. con el recurso de intrincados artilugios en cada lugar se devela al poder, simulamos que le creemos pero actuamos con la sospecha permanente de que nos miente.

Cuando se piensa en la manera de existir del mundo latinoamericano es inevitable preguntarse si nuestros ejercicios de reflexión alcanzan a contener esa condición desordenada y negativa. Hay un pensamiento que interpreta esta condición como una modernidad deficitaria que pertenece a una sociedad constituida en forma incompleta y decadente, una especie de “modernidad empobrecida” que debería convocarnos a completar esa configuración social que ha tomado un rumbo equivocado y fatal.

Esta es la materia sobre la que se sostiene el colonialismo teórico, esa mirada que asume, implícita o explícitamente, las palabras científicas, los modelos teóricos y los sistemas conceptuales que funcionalizan y legitiman el orden social moderno originado en Europa como parámetros que explicarían la realidad latinoamericana. La segunda, en cambio, asimila la tradición crítica del discurso negativo moderno desplegando su capacidad de poner en crisis y evidenciar las contradicciones de la propuesta moderna del mundo. Sin embargo, esta interpretación crítica puede reproducir el mismo esquema colonial de pensamiento, puede limitarse a importar modelos esquemáticos de conocimiento crítico para entender a la sociedad latinoamericana.

Ahora bien, existe otra posibilidad a partir del pensamiento crítico, aquella que radicaliza la negatividad porque está contaminada del movimiento de negación de lo moderno que caracteriza a la vida social en América Latina, aquel que asimila formas y estructuras propias de la modernidad para desfigurarlas.

Este tipo de interpretación pone en escena una especie de “razón negativa” que piensa la realidad como el no-ser de otra a la que trata de asemejársele, que habla desde el carácter violento inevitablemente contenido en ese no-ser, para ello se recurre a la utilización de las mismas formas culturales y discursos del mundo occidental moderno para luego deformarlas hasta adquirir formas pantagruélicas, los pone en medio de diversos juegos interpretativos que producen una pérdida de consistencia de la razón moderna y el sistema social que ella explica como imperativos de verdad. Es la presencia de otra realidad que obliga a ir más allá de las teoría europeas o norteamericanas, que obliga a hablar de otras cosas, a explicar o denunciar otros problemas, a desentenderse de las trampas ideológicas que esconden las contradicciones.

Es un modo de conocer que se traga la ciencia moderna para devolverla trastornada, llevada a su límite explicativo al contrastarla con una realidad de la que no alcanza a dar cuenta del todo. Eso es lo que podemos denominar como canibalismo científico. Una reflexión sobre lo social que no tiene relación con el saber especializado, en parte se relaciona con el filosófico, pero está más allá de este; por ello se mueve entre la literatura y el ensayo.

Es también un epistemicidio no muy consciente por parte de quienes han sido largamente excluidos de la historia en todos los sentidos, un permanente sobrevivir y adaptarse a las imposiciones del capital y del sentido común imperante en determinadas épocas. La apuesta por volverlo consciente corre el riesgo de visibilizarse y empezar el blanqueamiento (en todos los sentidos posibles) y el camino hacia la academización de la propuesta. Sin embargo, creemos que vale la pena correr el riesgo ya que de todas maneras se ha venido dando; en ese sentido generar teorías epistemicidas desde una visión política radical es poner en escena y proponer desde lugares de enunciación epistemológicamente descartados por ser poco académicos, por no alcanzar el estatuto de objetos de investigación o por ser enunciados desde quienes aparentemente no son sujetos validos para realizarla.

Ahora bien, está última parte puede sonar un tanto romántica por poco factible pero no nos olvidemos que históricamente en este continente han existido y existen pensadorxs con la suficiente sensibilidad y manejo crítico como para hacerlo, por un lado; por el otro hay que rescatar esas prácticas cotidianas muchas veces inconscientes de apuesta antisistémica por parte de quienes se encuentran excluidxs de los manjares de la academia y el capital.

Al parecer lo más significativo del pensamiento latinoamericano tiene un componente preponderante de esta forma de negatividad que solo puede encontrar su correlato más específico en una sociedad dominada por la negatividad. Son teorías que tienden a abandonar el estatuto del saber moderno valiéndose de los discursos en que este se sostiene. Al fin de cuentas es un saber que hace saltar en pedazos los preceptos esenciales de las formas de conocimiento moderno en la medida en que corresponde a una sociedad que permanentemente está violentando las estructuras de la sociedad moderna.

De todas formas hasta ahora ha predominado un tipo de conocimiento sobre América Latina que trata de encontrar un sentido histórico sustancial que se desentiende de la negatividad latente en el continente y que supone la existencia de una sociedad enmarcada en los parámetros de la modernidad oficial, la misma que requiere modificar sus estructuras sociales hasta construir una sociedad ideal.

Pensar América Latina supone dejar de lado el saber especializado y técnico de los profesionales de las ciencias sociales, supone ir más allá del estatuto funcional de estas ciencias que en nuestra realidad muestran de la mejor manera su caducidad. No podemos evitar tener en cuenta el contenido ideológico de los discursos científicos; detrás del discurso funcionalista está presente la noción de que la única realidad social posible es la modernidad y que todas las sociedades deben ajustarse al funcionamiento racional de las esferas de la vida social establecido por ella. Hay que recordarles a los académicos que esta concepción ha sido puesta en cuestión desde su mismo lugar de origen y que peor aún puede practicarse en una sociedad tan distante de los fundamentos del mundo moderno.

Mientras ese lejano bufett sobre gobernabilidad, democracia, participación ciudadana y otros suculentos platos occidentales se degustan en prestigiosas universidades y centros de investigación; la única posibilidad de practicar un discurso reflexivo capaz de ofrecer algo nuevo está relacionada con una necesidad de radicalizar la negatividad, trasladándola desde las prácticas de supervivencia social en que se basa ese ejercicio permanente de la negatividad, hacia el ámbito del conocimiento.

Dentro de esa perspectiva no cabe la noción positiva de pensar en un discurso que organice y estructure teorías, se trata de un pensamiento que solo puede subsistir como negativo, es decir, practicando una permanente destrucción de las formas de conocimiento positivas que son el correlato del poder. No se trata de la deconstrucción o la crítica estructural del pensamiento, se trata de llevar hasta los límites la imposibilidad de interpretación y, especialmente, de las estructuras sociales modernas.

En la actualidad la radicalización del sentido dominante de la modernidad sobre nuestras sociedad está produciendo un salto hacia la radicalización de la negatividad latente en nuestras sociedades, puesto que esta irrupción de la modernidad basada en la transnacionalización de la economía pone en riesgo las condiciones más elementales de reproducción social en nuestro continente.

La modernidad condujo hacia el extremo del predominio del hombre positivo, abandonar esa condición histórica solo es posible recurriendo a experiencias históricas que contradigan la forma de sociedad dominada por el capitalismo, ello implica una necesaria recuperación catastrófica de la violencia histórica, del sentido de devastación total subyacente; solo sociedades como la latinoamericana que han subsistido violentando constantemente a la modernidad en todos los ámbitos de la vida social pueden tener la capacidad de extralimitar su negatividad práctica hasta desmantelar las estructuras de dominación modernas. Cualquier posibilidad actual de pensamiento emancipatorio en América Latina solo puede darse de la misma forma.
Justificar a ambos lados
Publicado en: Revista la Pepa. Abril 2003

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